jueves, 10 de septiembre de 2009

EL DIA DESPUES




Algo conmociona hasta el espanto por encima de toda palabra y razón, en un punto del mundo lejano o cercano, y la gente del lugar que no padeció directamente la tragedia también sufre miedo.Pareciera que se requiere mucho coraje para ser vecino, para convivir en esos lugares, y para que el miedo pase rápido. Ni hablar del miedo de los damnificados en bienes, menos del de los heridos en el cuerpo y menos aún del de las víctimas que ya llevan terrible cicatriz en el alma.Pocos días después de la caída de las Torres, en septiembre del 2001, le pregunté a un amigo que vive en Massachussets cómo encaraba la vida cotidiana, sobre todo porque trabaja en una base aérea. Y dijo:- Salimos igual. No se puede vivir con miedo.Unas semanas después del atentado en la estación madrileña de Atocha, crucé, en el parador con mesas y sombrillas, recorriendo las cataratas, a un bullicioso grupo de visitantes españoles. Le pregunté a uno cómo encaraba la vida cotidiana después de Atocha, sobre todo al trabajar en Madrid, al tomar un tren... - Pues, dijo, ya pasó. No se puede vivir con miedo.Conocí en un viaje relámpago a Buenos Aires, a una arquitecta argentina radicada en Tel Aviv, que andaba tomando fotos en Recoleta. - Vivís tan cerca de Gaza… le dije. Y ella completó: - Trabajo normalmente, sé donde estoy, a pocos kilómetros. Pero vivimos… ya no tenemos miedo.Tres respuestas idénticas. Como si el miedo no se perdiera del todo sino que uno se acostumbra a convivir con él.¿Cuánto tiempo le llevará al vecino en San Pedro, en Santa Rosa, Progreso, Polvorín Macaca, Virgencita, Tobuna y zonas aledañas perder el miedo experimentado bajo el azote del tornado? ¿Cuánto, la convivencia? Depende. En las fotos que van llegando a la redacción se ven rostros de hombres y mujeres que ya comienzan a reconstruirse la vida, y otras terribles... de rostros desencajados, diezmados, como si de una pesadilla se hubieran despertado en otra...Aguará-í

1 comentario:

  1. Que bonita la caricia de luna, aunque triste por lo que pasó en Misiones. Me encanta su blogy su testimonio..

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